Licencia CC BY-NC-ND 2.5 ES: Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 España
«sólo permite que otros puedan descargar las obras y compartirlas con otras personas, siempre que se reconozca su autoría, pero no se pueden cambiar de ninguna manera ni se pueden utilizar comercialmente».
Para cualquier duda o si quieres incluir alguna fotografía en otro tipo de obra, por favor contáctanos.
La fotografías las he realizado con cámaras de 4,5 X 6 y empleando negativos de 120 y paso universal de 24 X 54. Positivadas en papel baritado al clorobromuro de plata y viradas para archivo y documentación; normas F.I.A.P.
Desde Jarmo y Harcilar (7.500 a.C.), primeros asentamientos humanos, hasta las actuales megalópolis con más de 20 millones de habitantes, el avance de la ciencia y la tecnología es notorio, apreciándose en cada piedra, en cada pared y en cada edificio.
La ciudad es el escenario indispensable donde se han realizado los mayores progresos de la humanidad. Entre aquellos tiempos remotos del neolítico y el presente, surgió un punto de inflexión a mitad de trayecto: la poli griega. Allí, el hombre perdió su sentido de lo colectivo, la tribu, con el fin de emanciparse y ser la medida de todas las cosas.
Para ello tuvo que desterrar de su forma de pensar, el mito, y sustituirlo por el logos; comenzó a dar alcance a los metales, a nuevas formas de construcción, a la navegación con cartografía… A establecer vínculos comerciales allende de montañas y mares. Pero esa reflexión sobre sí mismo, el ser, también le proporcionó su ubicación en un nuevo drama, el social; ajeno a las fuerzas de la naturaleza. En este nuevo escenario los ciudadanos apostaron cómo debían conducirse para optimizar recursos y protegerse de la competencia, casi siempre sangrienta. Mientras la ciencia avanzaba, el drama se perpetuaba y las preguntas del hombre en su civitas sobre su existencia, los universales, se estancaban como dio buena cuenta varios siglos después Kant
De tal suerte, y perdonen la expresión, apenas nada ha cambiado ontológicamente, y si no miren, miren como diría Boadella:
«Con tanto ardor deben los ciudadanos pelear por la defensa de las leyes, como por las murallas, no siendo menos necesarias aquellas que éstas para la conservación de la ciudad». Heráclito de Efeso, siglo V a.C.
«La guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos». Parménides de Elea, siglo V a.C.
«Los niños de hoy son tiranos: contradicen a sus padres, engullen sus recursos y actúan como tiranos ante sus profesores». Sócrates, Siglo IV a.C.
Pero las ciudades también son historia, historia que nos condiciona a que sin conocer el pasado es inútil mirar al futuro: «Si ignoras lo ocurrido antes de que nacieras, nunca dejarás de ser un niño», apuntó Cicerón, en el Siglo II a.C.
Con mi cámara he pretendido dar fe de escenarios amables, ciudades prósperas, sin socavar en el drama ni individual y menos en el exacerbado colectivo. Vamos… complacer la mirada con el sosiego que nos aporta el progreso y esa peculiaridad que significaba Freud, «cómo la civilización va menguando la pulsión agresiva del hombre», que no es poco.