Comisario en la exposición «El espejo del sol» de Jesús Castro (La Llotgeta, 2018)

Portada del catálogo:


Texto del catálogo de la exposición, escrito por Guillermo:

Allá por la década de los años 40 del siglo pasado surgió una pléyade de fotógrafos, de acreditado prestigio que eligieron fotografiar a personas de relevancia internacional, un caso típico fue el de Margaret Bourke-White que en su debe ostenta a la vez retratos de Stalin y de Gandhi. También motivos periódicos de retrato fueron pintores como: Picasso, Dalí o De Cirico o mitos de la pantalla como Marilyn Monroe, o el caso de Hesiten en el mundo científico…
Jesús también tuvo la oportunidad de fotografiar a figuras relevantes durante la transición, a saber: políticos, intelectuales, rectores de universidad, directores del Prado, fundadores de la Uned… Pero el leitmotiv de su existencia, o como diría Ortega su razón vital no es lo mencionado, o sea; darse relevancia con el triunfo de los demás. Jesús es una persona que vive por y para la enseñanza y todos estos arquetipos (personajes) como se suele decir: «ya han llegado».
Dónde se encuentra Jesús agusto con su cámara y dónde está su perspectiva existencial; allí donde puede aportar su magisterio, como él mismo suele decir: «me gusta llenarme de conocimientos para luego vaciarme con los demás», a nivel profesional son los niños, pero desinteresadamente, se ha preocupado por las personas mayores, que, por circunstancias de la vida, no disfrutaron de una escolarización aceptable.
En la Agrupación Fotográfica Valenciana no ceja de preparar cursos y discursos con el fin siempre último: de subir el nivel de aquel que decide adentrarse en el arte fotográfico. De ahí, su tenor humano, o como dijo Nietzsche: «Humano, demasiado humano» para los tiempos que corren.
Meidante la contemplación de sus fotografías nos percatamos de que los verdaderos protagonistas son personas en su medio, en el tajo, en la dura tarea de ganarse su sustento, y no vivir de las indulgencias ajenas. En sus retratos vemos una fotografía directa, digna en la cual existe una reciprocidad, una complicidad entre el fotógrafo y la persona retratada y a la vez un mensaje subliminal: mediante este arte voy a mostrar, tu relevancia, tu dignidad, tus arrojos, todo aquello que hace de ti un ser irrepetible. Desde la abnegada ama de casa, al obrero, pescador o jornalero, etc.
Históricamente la albufera de Valencia ya había sido motivo de documentación gráfica, desde D. Santiago Ramón y Cajal, venico de Valencia, entre 1884 a 1887, al marqués de santa María del Villar con su marcado carácter documentalista y antropológico en la segunda decena del siglo XX. Posteriormente, Gabriel Cualladó con su más preciado dote de retratista poético-intimista, abordó el tema de la albufera en una parte de la obra «La Albufera, visión tangencial» patrocinada por la Generalitat Valenciana en 1985.
En cuanto a la presente obra, Albufera espejo del sol, Jesús emprende a documentar las marjales, el lago y sus gentes a principio de los ochenta del siglo pasado. Extendiéndose su misión durante varios años. En el dilatado periplo nos muestra los valores medioambientales; tanto notorios como recónditos de nuestro Parque Natural por antonomasia.
La diferencia entre la obra de Jesús Castro, sobre los autores mencionados, reside en su globalidad de la temática abordada. El trabajo aquí expuesto, destilado de los negativos revelados durante más de cinco años, no es una parte; es un todo recurrente e inigualable. Un universo que nos sumerge en el irrepetible marco del paraje valenciano.
Como cada época tiene su afán, Jesús realiza un documento étnico irrepetible de la época mencionada, mostrándonos personas inmersas en sus actividades tanto laborales como lúdicas. El autor, con sus fotografías, nos acerca a las diversas tareas que acompañan el cultivo del arroz en las distintas estaciones del año, así como, la actividad pesquera de la lisa y la anguila. Sin dejar de lado el ir venir de sus pobladores, tráfago realizado ora en barca, a pie o en una humilde bicicleta. En fin, una compilación de actores y deberes suspendidos en el tiempo del humedal. Pero con una pureza de ejecución y gradación tonal superlativa en la cual la tarea del fotógrafo pasa casi desapercibida, dejando todo el peso del hecho cognitivo y la emoción resultante en la comunión que se genera entre la impronta y el espectador.
Y cómo no, La Albufera «per se» con sus magníficas puestas de sol, su flora, su fauna, sus espacios… inspiración de pintores y poetas, donde El Autor y Amigo, también se ha mirado en el reflejo de sus aguas, mostrando sus dotes de artista apasionado; con su «faena ben feta» y la finalidad de transmitirnos esa esencia que antaño ya dejaron impresa los poetas árabes: ALBUFERA, «ESPEJO DEL SOL».
Gracias una vez más, Jesús, por esta inigualable clase magistral que nos estás impartiendo.

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